Diosa madre. Gemelos. Terracota. Mâcon. Fotografía, Francia 2005
Diosa madre que amamanta a gemelos. Terracota galo-romana de los siglos I a III d.C., encontrada en Toulon-sur-Allier (Allier, Francia), que se conserva en el museo de las Ursulinas de Mâcon, Francia. Fotografía tomada por Marie Christine Burtin Ollier y José María Paricio Talayero en 2005.
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Diosa-Madre, Gran Diosa. Se trata de una hipótesis arqueológica por la que habría habido un culto generalizado a la fertilidad y fecundidad que desde el Paleolítico superior (30.000 a 20.000 años a.C.), pasando por el Neolítico (10.000 a 2.000 años a.C.), habría alcanzado los tiempos históricos.
Su expresión principal serían los millares de imágenes y estatuillas de representación de la deidad, con formas femeninas en las que se resaltan sus caracteres sexuales o nutricios, tanto en el Paleolítico como en el Neolítico y que habrían evolucionado según las diversas civilizaciones en la diosa egipcia Isis (Esi: “la que está sobre el trono”, “la reina”), las diosas griegas Cybeles (Kybelé, monte de Frigia), Artemisa, Demeter o Afrodita, la Venus romana, Rea en Creta, Kali en India, la diosa china budista de la misericordia y la fertilidad Guanyin (Kuan-Yin), Ana o Dana en la Irlanda céltica, la Pachamama con caracteres hermafroditas en los Andes preincas, Hine-nui-te-po en Oceanía y tantas otras, dando origen posteriormente a otros mitos como Melusina en Francia o la Virgen María cristiana.
El concepto de Diosa-Madre es exhaustivo, conteniendo todos los contrarios complementarios: esposa y virgen, madre y estéril, madre e hija, madre de su padre, creadora y destructora, el principio y el fin …. Las sociedades con este culto habrían sido matrilineares y de concepción opuesta al Dios de las religiones monoteístas.
Surge a mitad del siglo XIX de la mano del jurista suizo Johann-Jakob Bachofen, cuya obra “El Derecho Materno. El lugar de la mujer en la historia del género humano” (Bâl, 1861) defiende, sin ningún método histórico-científico, la idea de un matriarcado primitivo anterior a las formas patriarcales actuales.
La hipótesis, casi caída en el olvido, retoma fuerza en 1960 con el descubrimiento de cientos de estatuillas femeninas en las excavaciones de Çatal-Hüyük en Anatolia por James Mellaart y el apoyo decidido de organizaciones feministas muy influidas por la etnóloga californiana de origen lituano Marija Gimbutas quien defendió una unidad mundial de culto a la Diosa-Madre apoyándose en los arquetipos de Jung.
Desde 1990, esta concepción no científica, tan integral, uniformizante y reductora de la prehistoria y la historia está muy en entredicho.
Diosa-Madre, Gran Diosa. Se trata de una hipótesis arqueológica por la que habría habido un culto generalizado a la fertilidad y fecundidad que desde el Paleolítico superior (30.000 a 20.000 años a.C.), pasando por el Neolítico (10.000 a 2.000 años a.C.), habría alcanzado los tiempos históricos.
Su expresión principal serían los millares de imágenes y estatuillas de representación de la deidad, con formas femeninas en las que se resaltan sus caracteres sexuales o nutricios, tanto en el Paleolítico como en el Neolítico y que habrían evolucionado según las diversas civilizaciones en la diosa egipcia Isis (Esi: “la que está sobre el trono”, “la reina”), las diosas griegas Cybeles (Kybelé, monte de Frigia), Artemisa, Demeter o Afrodita, la Venus romana, Rea en Creta, Kali en India, la diosa china budista de la misericordia y la fertilidad Guanyin (Kuan-Yin), Ana o Dana en la Irlanda céltica, la Pachamama con caracteres hermafroditas en los Andes preincas, Hine-nui-te-po en Oceanía y tantas otras, dando origen posteriormente a otros mitos como Melusina en Francia o la Virgen María cristiana.
El concepto de Diosa-Madre es exhaustivo, conteniendo todos los contrarios complementarios: esposa y virgen, madre y estéril, madre e hija, madre de su padre, creadora y destructora, el principio y el fin …. Las sociedades con este culto habrían sido matrilineares y de concepción opuesta al Dios de las religiones monoteístas.
Surge a mitad del siglo XIX de la mano del jurista suizo Johann-Jakob Bachofen, cuya obra “El Derecho Materno. El lugar de la mujer en la historia del género humano” (Bâl, 1861) defiende, sin ningún método histórico-científico, la idea de un matriarcado primitivo anterior a las formas patriarcales actuales.
La hipótesis, casi caída en el olvido, retoma fuerza en 1960 con el descubrimiento de cientos de estatuillas femeninas en las excavaciones de Çatal-Hüyük en Anatolia por James Mellaart y el apoyo decidido de organizaciones feministas muy influidas por la etnóloga californiana de origen lituano Marija Gimbutas quien defendió una unidad mundial de culto a la Diosa-Madre apoyándose en los arquetipos de Jung.
Desde 1990, esta concepción no científica, tan integral, uniformizante y reductora de la prehistoria y la historia está muy en entredicho.